jueves, 7 de marzo de 2013

A MI HIJA, DESDE EL PSIQUIÁTRICO.


Soy un escritor, un loco, alguien inestable y ahora iniciando eso de hacerse viejo, y no te quiero de bastón a ti ni a nadie.
Antes si, tenía algo de fibra, garra, en 1978 cuando me iniciaron en esto también.
Podría ser león disfrazado de tipejo pero me cansé de ser lo que no quería.
Y aquí estoy: sentado como mi madre y mi abuela  calabresa en la punta de una silla porque poner todo el trasero sobre ella es pérdida de tiempo para quien a cada rato debe volar. Sí, aquí  estoy, como te digo, sentado en la punta de una  silla, escribiendo lleno de emoción a una hija que quiero, que esperó todo de mí, pero solo puedo darle lo que soy: un médico loco sin reforma.
Conmigo solo podrás colgar de las palmeras, ahogarte en el hueco de  tu mano, dormir entre gorriones, subir una montaña de rodillas  y hamacándonos en el balcón desde la luna, mirar a los inteligentes de  la vida arrancarse a dentelladas la melena.
¡Mirá!
¡Aplaudí!
 No te pongás triste. No es tu melena, ni yo soy tu  padre. Apenas un mendigo inflamado que te invita sin saber a bailar  sobre  su sombrero. Tu padre murió hace  tiempo en Hungría cuando quiso sembrarse por  los cuernos en las  piedras,  yo... yo  soy apenas una morisqueta, es todo lo que se y es tanto que te lo doy. ¡Tomalo! Una morisqueta, donde comienza el desprecio termina la comedia.
Pero ¿vas a llorar? Vení, desecá esa lagrimita si no  querés anegar esta ciudad viuda y disfrutemos de este rengo y su organito, escribía  poemas con la sangre, hoy con agua solamente porque  ya no le surte más el corazón.
¡Divertite! ¿Ves el chanchito celeste que sale  por  mi oreja? Te lo regalo...para que lo hagás dormir contra tu pecho inmaculado; estaba tan calentito dentro mío... él te acompañará  en tu partida. ¿Yo? No, yo no. Es tu partir.  Estaré  al atardecer, a tu regreso, si venís a que acaricie tus corderos.  Nos comeremos el trigo que hoy amasamos en las avenidas, escanciaremos el vino de las fuentes si todavía quede alguna plaza.
¿Ellos? No le hagás caso. Son monos serios con levita. Te tajarán la carne, te enmudecerán el amor.
Dejame empujarte en la hamaca, ¿querés? Pero fuerte no  para que  vaya  y vuelva sino gire, gire, gire y gire  sin  marearte hasta ser vos la otra luna que le falta a este planeta, luna con raíz en las caricias,  ¿luna de románticos farsantes? No, la de los fantasmas, luna de verdad, de risa y llanto, de hueso  y carne como tu pálido vientre iluminado de  locura o el valle entre los cráteres serenos de tus pechos. Dejá los pajaritos. A partir, girá  en tu hamaca y no  parés...después, yo te estaré esperando a la salida, eso sí como hoy, aún más loco.

¿Escuchás? Reinbert  de Leeuw, ese mago tuerto deshace la  partitura de Eric Satie, el ilusionista, el francesito ni  romántico siquiera que tocaba el piano en aquella sala de Paris ¿te acordás? Allá por el 20...¿Cómo que vos no estabas? Cuando nos dormimos en la escalinata del Sacre Coeur y el sol de Montmartre  nos espoleaba hacia  aquella noche en la vieja sala  donde conversamos con Artaud después de su película, la de la prostituta y el cura. Eric tocaba y tocaba el pianoforte sin importarle la lluvia de  tomate  y huevos de los palcos de críticos, intelectuales iletrados.  Era  un santo, era un disparate, era un tísico flaco con bigotes curvados hacia  arriba  y chaqueta ajustada...pero no dejaba  de  interpretar, no dejaba de interpretar sus "Chansones" por miedo a que al parar se detuviera todo  el cosmos que pendía de sus  dedos,  un místico alucinado.
¿Tan locos fuimos? ¿Recordás "Ojivas"? Olvidé el opus y el Álbum.
¿No?  ¿Vos  no tenés álbum? Y ¿que esperás a  comenzarlo?  ¿Con qué? Con vos ¿qué más? ¿Recuerdos? No, eso no. Basura. Si olvidaste aquella noche en la sala cerca de Lafontaine los recuerdos  son dolientes. Un álbum de recuerdos miente por la  boca, en tanto girás páginas aturdidas, esconde  verdades  álgidas como  verrugas  que están en el álbum pero nunca nada se  dice de ellas. Permanecen en silencios ocultos.
Entonces ¿con qué?  Con vos. Vos sos tu álbum. Acaso ¿no tomás suficiente de  vos cada día como para llenar de imágenes el mundo?
Pero vení. Subamos al carromato que hiciste con esa cajita de bombones arrojada en la vereda. Volemos con los caballos de la noche, los de  los papelitos coloridos de la caja-carromato. Iluminemos la ciudad envejecida, porque  ya es muy tarde y comienza el frío.
No creas que es tanto delirio como parece.
No es una piecita literaria simplemente llevado por el "vuelo" lírico.
De hecho en ese "delirio" si sabés leer podrás aprender sobre  mi hoy más que en todas las cartas "lógicas" de ayer.
No estoy loco. ¡Qué va! Soy loco. Así me consideran al menos aquí, que son peritos.
Es cierto en este momento reconozco que estoy pasando un verdadero cataclismo  emocional:
          por lo que soy
          por lo que fui
          por lo que no quiero ser
          por lo que me empujan a ser
          por lo que perdí
          por lo que no tejo y lo que destejo
          por mi imaginación cósmica
          por mi bajezas y mi pureza
          y
          por esa esperanza mía, demasiado grande que me queda como sobretodo ajeno.

Pero, vamos, subí… volemos.