Tengo una sola mano... no me siento diferente
(Por Jules Zanetti)
El 22 de marzo de 1968, Jules Zanetti
perdió la mano derecha en un accidente de helicóptero en una planta móvil para
perforaciones submarinas de petróleo en el estrecho de Bass. Había ido a un recorrido
de inspección con un grupo de periodistas. El helicóptero que los regresaría a
Sale, en Victoria (Australia), se estrelló contra la plataforma de la planta
matando a cuatro de los periodistas que lo esperaban y mutilando a otros dos.
Con valor y sentido del humor, el
periodista Zanetti nos cuenta cómo se enfrenta a los retos de la vida diaria.
No obstante el genio de hombres como Beato
y Thomson, sólo unos cuantos —si no es que ninguno— comprendieron a fondo lo
que veían o fotografiaban. En palabras del periodista norteamericano Upton
Cióse: "Un bárbaro blanco puede estar en el mundo chino, pero nunca se
integrará; podrá convertirse en espectador, pero jamás pasará de ser un
utensilio de la astuta y refinada mente china".
Con todo, esos espectadores del siglo XIX
nos han legado la visión permanente de una cultura antigua. Tan sorprendentes
imágenes encierran la maravilla y la complejidad, de la vasta y variada
herencia china.
ALREDEDOR de marzo de 1977 tuve un sueño
muy extraño. ..Estaba parado en una calle conversando con un amigo y, mientras
hablábamos, miré atrás de él y vi el reflejo de mi cuerpo en el escaparate de
una tienda. Tenía puesto un traje
oscuro y llevaba un maletín en la mano izquierda. Mi brazo derecho colgaba a mi
costado, y la manga del saco estaba vacía desde el codo.
Me desperté con una sensación de júbilo.
Habían pasado nueve años desde que había perdido mi mano, y durante todo ese
tiempo siempre había aparecido en mis sueños con dos manos. Ahora mi
subconsciente aceptaba finalmente la realidad. Por primera vez me había visto a
mí mismo en un sueño, como me veía todos los días.
Aceptar una incapacidad repentina y
permanente es mucho más fácil de lograr en la vida consciente que en nuestros
sueños, o por lo menos así fue para mí. Toma tiempo reconciliarse con la idea
de que la pérdida de un miembro es irrevocable. Al subconsciente le cuesta
aceptar que un muñón no originará una nueva muñeca, una nueva mano. En la
mañana un cuerpo desproporcionado y desnudo te mira desde el espejo del baño.
Hay un momento de sorpresa, después la comprensión: "Ah sí, este soy yo.
Sólo tengo una mano".
Si ha sido difícil para mi sub-consciente
aceptar lo obvio, para la demás gente parece ser mucho más difícil, pues
reaccionan con una mezcla de curiosidad, compasión, turbación y horror cuando
se enfrentan por primera vez a mi manga vacía.
Cuando asistí con mi esposa a nuestro
primer compromiso social después del accidente, nuestro anfitrión, un ex
piloto, me recibió jovialmente: "¿Volando con una sola ala, eh?" Aprecié
la ligereza, y respondí que al menos mi equipo de aterrizaje estaba intacto y
que tenía mucho combustible en los tanques.
En ese tiempo mi muñón estaba envuelto en
unos vendajes voluminosos. Después de unas cuantas mi-radas un invitado
aventuró:
—Eh, me estaba preguntando... hum... ¿dónde
exactamente?
Hice un movimiento cortante con la mano
izquierda en un punto cerca de doce centímetros bajo mi codo derecho.
—Aquí aproximadamente —le dije, y pareció
que le quitaban un peso de encima cuando expliqué sin turbación mi fastidioso
problema.
Otra invitada preguntó: "¿Duele
mucho?" y yo le aseguré que el dolor era tremendo. No solamente tenía
perturbadores dolores imaginarios, sino que, aunque menos fuerte, también
sentía una comezón imaginaria; la única manera de aliviarla era rascarme en el
aire el lugar donde antes había estado mi mano derecha.
Otra persona preguntó qué era lo que más
extrañaba, y contesté lo primero que se me vino a la cabeza:
—No ser capaz nunca de tocar el piano.
Hubo un silencio momentáneo.
—Oh —replicó tristemente—. ¿Entonces usted
tocaba el piano?
—Bueno, no —confesé—, pero ahora nunca lo
podré hacer.
En realidad contar con una sola mano tiene
sus problemas, pero no son los graves traumas sicológicos que casi toda la
gente imagina. Son los pequeños problemas de la vida diaria. No me puedo cortar
las uñas de la mano, o abotonarme el puño izquierdo de la camisa ni
arremangarme esa manga. Lo demás no es imposible pero sí frustrantemente
difícil.
Trate de hacer lo siguiente con su mano
izquierda, si usted es diestro: insertar un sujetapapeles en un fajo de hojas;
amarrarse los cordones de los zapatos o el cordón del pijama; manipular un
abrelatas; leer un periódico de hojas grandes en el tren; escribir detalles en
los últimos talones de una chequera.
El momento en que me di cuenta que la vida
en casa nunca sería la misma fue cuando mi esposa me pidió que colgara un
cuadro. Coloqué el clavo, me estiré por el martillo y comencé a comprender la '
realidad.
—Margaret —la llamé—, tú tendrás que
sostener el clavo mientras yo le pego.
Es una mujer práctica, por lo que
respondió:
—Tú sostén el clavo, y yo le pego.
Ella ha estado usando el martillo desde
entonces. También se ha vuelto experta en arreglar fusibles y cambiar los
grifos usados.
Algunos deportes y pasatiempos se han
vuelto difíciles aunque no imposibles, debido a la ausencia de una "mano.
He desarrollado una técnica para jugar carambola y billar con mi garfio
protésico, aunque el toque, con el que antes gané trofeos de poca importancia,
lo he perdido para siempre. Jugar al tenis es otra cosa. Todavía me falta
dominar el arte de tirar una bola al aire y servir, todo con una mano y a la
vez.
Pescar en la playa es un verdadero reto. Se
puede preparar el anzuelo con una mano. Pescar al pez no es más difícil de lo
que siempre fue. Pero enrollar el hilo resulta otro asunto, pues es, después de
todo, una operación en la que una mano va sobre la otra. Yo he desarrollado una
técnica sencilla. Al atrapar al pez empiezo a correr hacia las dunas. Probablemente
esto haya ayudado a mi condición física, pero, ¿ha tratado usted, alguna vez de
separar del anzuelo a un pez ondulante y resbaloso sirviéndose de una sola
mano?
Soy un ávido jugador de cartas, y nunca
estoy más consciente de mi impedimento que cuando participo en una difícil
partida de póquer con mis camaradas. Ponerse las cartas en el regazo, debajo de
la mesa, no es aceptado. La alternativa es moverlas torpemente y con disimulo
sobre la mesa. ¿'Barajar y repartirlas? Paso, amigo.
Algunas veces me pregunto si habría tomado
una actitud menos casual en lo que respecta a la pérdida de mi mano derecha, si
las circunstancias de la pérdida hubieran sido diferentes. Pero durante el
primer momento de comprensión, en el que me di cuenta que había sobrevivido al
accidente, me dije una y otra vez: "Qué suerte tan increíble tuviste,
Zanetti". Nunca he dejado de sentirme así.
Durante las semanas y meses que siguieron,
estuve abrumado por la gentileza que me demostró el personal médico, la familia
y los amigos, y los lectores de mi columna diaria en el periódico. Lo que es
más, la ayuda y la comprensión de Margaret me levantaban constantemente la
moral. Su ánimo, junto con mi sentido innato de lo ridículo, me hicieron
posible aceptarme como soy: un hombre sin una mano.
Pude haber tenido una mano derecha nueva,
pero me opuse a la perspectiva de usar una falsa, cubierta de plástico en un
tono que correspondería exactamente al de mi piel. Pensé que, estrechar la mano
con eso sería como deslizarle un pescado frío y blando a una víctima confiada.
En vez de eso, doy la mano con la izquierda
y uso un garfio común de metal con dos puntas, que va unido a mi hombro a
través de la espalda. La acción de abrir y cerrar las puntas del garfio se
logra flexionando los músculos de mi hombro, lo que pone en tensión un cable,
parecido al mecanismo de los frenos de una bicicleta. Como periodista encuentro
que el dispositivo tiene una Utilidad limitada para mi trabajo por lo que casi
nunca lo utilizo. Sin embargo, uso el garfio para escribir a máquina; pulso el
teclado del lado derecho con un pedazo de goma de borrar insertada en el
garfio.
Los garfios también son útiles para comer.
Sostienen el cuchillo firmemente, por lo que cortar la carne no presenta mucha
dificultad. Pueden sostener un vaso con eficacia, aunque los que son
completamente lisos tienen la desconcertante tendencia a resbalarse y
estrellarse contra el piso. También son prácticos para atarse los cordones de
los zapatos, así como para remover un ratón muerto de una trampa. Son
excelentes para abrir las cartas. Y a mí me gusta usar el mío cuando tengo una
entrevista difícil con el gerente de mi banco o con un recaudador de impuestos.
Una mañana me olvidé completamente de mí
mismo, y le pellizqué el trasero a mi esposa con mi garfio al salir ella de la
ducha. Cuando el frío acero se cerró sobre su piel, saltó convulsivamente.
Debido a esto, mi garfio ha sido proscrito del tocador para siempre.
Los garfios también se extravían con mucha
facilidad. En cierta ocasión, puse el mío, sin darme cuenta, en un archivador y
tardé días en encontrarlo. "¿Alguien ha visto mi mano?" se escucha
constantemente en nuestra casa.
¿Soy una persona diferente porque perdí la mano?
Yo en realidad no sé cómo me juzgan los demás. Pero el sueño que tuve en marzo
de 1977, y que ha vuelto a presentarse, me da la seguridad de que soy solamente
otro hombre de mediana edad, con una esposa y cuatro hijos, un viejo automóvil
y una hipoteca. Y aunque estas características puede que no reflejen la esencia
de mi ser, ya tampoco lo hace la ausencia de una mano.