1.
Sucedió después del rezo.
-Papito-pregunta Rocío- ¿por qué hay guerras?
El capitán
encierra esas manitos en las suyas.
-Bueno… malos quieren quitarles la casa a otros
niños…
-¿Y?
- Soldados buenos como papi invaden hasta
echarlos.
Vértigo.
Su M16 masacró
anhelos, napalm equivocado carbonizó al hermano, ojos oblicuos de pequeñitos, afiebrados
de terror sobre madres yertas insistieron en condenarlo.
Retorna,
lívido, añoso.
Trenzas
azabaches de Rocío cicatrizan su gemido inútil.
-Papito, allí… ¿cómo sabes que el otro es el malo?
2.
-¡A bañarnos!
Cinco años de Jazmín
chapotean junto a mamá.
Desnudas, manantial de
espumas.
Vapores envolventes, felicidad,
Eliana, infancia y su madre.
-Vuélvete para higienizarte.
Ambas de pie.
Eliana, champú desbordante
porque adora a su pequeña.
Jazmín, derrocha
inocencia.
En monería inaudita,
insospechada, introduce su dedito en la
vagina de mamá.
La espuma se coagula. El
vapor se obnubila. El agua se consterna.
-Pero ¿qué haces?-terror en las pupilas.
Jazmín, azorada.
Lirio vejado.
-Pero si el padrino siempre me
divierte…
3.
El parto.
Esposa del almacenero.
El primero, dos meses en
su vientre.
Segundo uno, tercero
cuatro… y así
Compraron a Renata, con tanto amor desperdiciado, pero cuando
parió seis llamaron al veterinario.
Felisa perdió todos.
-Hasta el final en cama-ordenó el médico el año once-te
levantas solo para los ejercicios.
Y un día como tantos,
toda esquina del pueblo vociferó:
-¡Parió Felisa, parió! ¡Fiesta! ¡Fiesta! ¡Es machito el Tany!
Renata olvidada, cada invierno frente a la estufa, gruñe su esterilidad.
4
Limosna negada
Niña
zapateando, con su violín mendigó hasta tarde.
El viento
arrasó el sombrerito andrajoso sin monedas.
La avenida
central espumaba furia del regreso.
Recogerlo sin
pensar, limpiar alas, cubre su cabecita escuchando el estampido.
Saeta de
espléndida seda, el arco transpuso el contrapunto, frente a otro estampido. Otros.
Bailando, su violín… ascenderá.
Sirenas.
Palabrotas
Metales.
Rugido.
Semáforos.
Abajo.
Danzará vigorosamente
mientras sus cuerdas no callen.
Entorno al
violín mendigo en la última nota ejecutará la noche, el ángel.
5
Morir de amor
Malvina subió al lecho gimiendo.
¡Había esperado cincuenta años!
Calva. Esquelética. Quimioterapia.
Sentados, lapacho encendido en blancura,
“amor eterno” le jura.
Palomas a los pies.
Formoso, gato en falda, los separa. Arrodillado
abrasa ambos.
Malvina, el primer dolor… olvida.
La noche incendió su cama.
Estalla la granada; la metralla desflorando
nieve petrifica sus mundos.
Lapacho, gato, abraso, traspusieron
costillas cuando aprisionó la carta postrera.
1982.
Envueltos en ella los cinco, juntos en hoyo
incierto de Puerto Argentino.
6
Apenas
era adolescente.
En
su dormitorio, solo. No entendía.
Papá
lo abandonó con cinco años.
Mamá
trabajaba catorce horas.
Los
menores disputarían el televisor a golpes en el living.
Gerardo
golpea la cabeza contra la pared.
-No, no, y no-frente amoratada, ojos llorosos de rabia.
Espejo,
trompada, sangre.
Tele,
volumen al máximo, niños que gritan.
-No, no, y no.
Frente
a él, su profesor de gimnasia, completamente desnudo.
No
entiende qué sucede.
Porque
Gerardo en su dormitorio… está totalmente solo.
7
8.
DOS VIEJOS.
El sillón mecía al
guerrero;
Recostada ella, a sus
pies.
Tanto tiempo y al
fin… nada!
¿Resistir?
¿Renunciar?
Ella… ¿simularía
dormir?
Ya en la última
incursión no estuvo.
Dolor y amor, iguales
para quien tampoco espera.
Sabía: uno
aventajaría al otro sin remedio.
El primer golpe
esperó en la puerta.
Ella pareció girar la
cabeza.
Engañoso ilusionarse.
Fue la última cacería.
Tres golpes más,
irrevocables.
Ella ni se irguió al
emitir por su boca
su postrer agónico ladrido8.
EN CADA SÍLABA…
Román articuló todo maltrato
en tan corta vida, en cada sílaba…
conocimiento del
mayor fatalismo imaginable.
Convicción, instintiva,
animal, expone solo maldad.
Los presentes ya estarían
convencidos:
“Miente”.
¿Por qué hacerlo?
Creció sin esperanza
ni fe en la razón, pero no mentía.
Peritos verificaron
moretones, heridas, cicatrices.
Hijo, veía todo claro
y aceptaba las cosas como fueron.
¿Por qué insistía? En cada sílaba… solo
por coraje moral, convence al juez en el estrado, Román, un niño herido.
8.
¿CIEGOS?
Muchachas estudiantes, colorido atrapado en smartphons atraviesan la acera bulliciosa.
Miradas pícaras, risas cómplices, palabrotas, empujones, codazos.
¡El mismo camino siempre!
Un anciano, anteojo oscuro, en camino opuesto avanza decidido.
Su oído de bastón blanco, parpadeando aquí, allá lo guía.
Escucha la advertencia del escalón sobresaliente; como niño, cada hierro de la verja responde al bastón, despertando perros también enceguecidos que lo reconocen…
¡El mismo camino siempre!
¡Tac! ¡Toc! ¡Tac! Entonces, evita columna mugrienta donde las alegres muchachas tropezarán.
¡El mismo camino siempre!
¡Tac! ¡Toc! ¡Tac! Entonces, evita columna mugrienta donde las alegres muchachas tropezarán.
DESPEDIDA.
Es
la hora.
¿Tres
náufragos? ¿Qué, si no?
Preferirían
lágrimas pero son hombres… el abrazo no avergüenza los restos andrajosos.
-Nuestra época ha regresado- sugiere Eduardo,
el viejo.
-Será menos sangrienta- grita Juan, el gemelo
mayor.
-Menos heroica- susurra Fer, el menor.
-¿Hay algo diferente? –Ed.
-Bondad, perdón… ¿no es heroísmo acaso? - Juan.
Tres
destinos, agonías diferentes.
El
mayor, volviéndose, grita:
-Miseria de millones, alto sueldo por heroísmo
de unos pocos.
Juan
refunfuña sin volverse:
-Salario de guerra.
OMAR ANTONIO DAGATTI GIULIANO