domingo, 17 de noviembre de 2013

El diálogo imperceptible.



Último lunes tras las eras del estío.
Ayer tan distinto a hoy. Simplemente ayer, no los viejos tiempos, ayer, doce horas
Los insectos crisparon al aire envejecido sobre un melenón de montañas, dolorosas, ardientes.
No obstante, a la sombra que puede brindar un arbusto, todo era tan grande como para acunar la vida.

Solo y el niño.

Instintivamente aferrados al equilibrio de a lo que no perecen.
El lenguaje de las cosas satisface el mejor de los proyectos.
El viejo, afirma, sus postreros días constan solo de derechos.
Últimos minutos.
El condenado de la 73, encuentra en tanta gestación de luz respuesta al ansia vital.

El viejo, abandonado a su itinerario sin regreso, respira libertad, permanencia… muere.
El niño, ante esplendor similar investiga, disfruta, se bifurca, no se amodorra... vive.
Avanzar.
Contra la muerte, inexplicable... ¿distante aun?… siempre latente.

El viejo no corre opuesto a la muerte visible… la acaricia en cada jornal.

El muchacho no se detiene, ni escucha.; vocifera contra el silencio… huye.
El viejo pausa, observa.

Inesperadamente, entre ambos, el diálogo siempre estuvo.

Fragor de juventud, lo hizo imperceptible.

No hay comentarios:

Publicar un comentario